viernes, 1 de abril de 2011

LA BOCA AMORDAZADA (patricia zangaro)



Tengo cuarenta años. Mi nombre... prefiero no decirlo. Aunque vea usted esta arruga, como un tajo, en mi frente, aún tengo las carnes de una niña.

Es verdad que los hijos devoraron mis senos... y que mi vientre es un campo de batalla... Pero mi piel se templa con la menor caricia... Tal vez quiera usted hundir su mano bajo mi blusa... si eso le fuera permitido...

¿Le dije que tengo cuarenta años? Mi padre me puso el nombre de su madre, que era también el de su abuela... Prefiero no decirlo, si eso no le fastidia...

¿Le he hablado ya de mi marido? Tiene el pelo gris... Su cabeza... ya era cana el día de la boda... Fui su esposa a los catorce años...
Yo tenía el pelo negro... una trenza untuosa hasta los muslos... Pero él siempre tuvo el pelo gris... y una casa, con un corral y un granero...

Mi padre quiso que mis hijos se criaran en gordura... Y así fue...
Gracias a mi padre, tengo un buen marido... No sé si le he dicho que mi esposo era viudo... Su mujer murió en el parto... yo no morí en ninguno...

Magnífico tenía nueve años cuando se festejaron mis esponsales...
¿Le he dicho que Magnífico es mi hijastro?... Nueve años y el pelo renegrido...

Creció callado en los rincones... Su padre lo mandó una tarde a carnear puercos...
Era un hombre cuando volvió sucio de sangre... Me abrazó en la alberca mientras lo bañaba... Desde entonces lo he buscado a espaldas de su padre... los primeros días con vergüenza... los últimos años con desesperación...
Nos hemos amado en la penumbra, con ardores rápidos... la boca amordazada...
Lloré alguna vez... por culpa... muchas veces de terror... pero las otras he llorado de deseo... un cuchillo hundido entre las piernas... Y siempre he encontrado alivio en el cuerpo en sombra de Magnífico...

¿Le he hablado de su serpiente en ascuas? ¿De sus embestidas y sacudimientos? ¿Se imagina usted un gato erizado en las entrañas? ¿O la cornada ciega de un jabalí? Nunca mis labios estuvieron tan blandos, ni tan inquieta mi cintura... Nunca antes... Con mi esposo... debo confesarle... nunca estos espasmos... ni la piel curiosa... ni la risa suelta... Con ser un hombre tan bueno... con el pelo tan gris... tiene ojos como látigos...

Querrá usted saber si estoy arrepentida... A veces... por mis hijos... he sufrido... Los fui olvidando en la pasión sorda de Magnífico... Supieron de sopas frías, de nalgas escaldadas y de piojos... El más pequeño llora por las noches...

Tiene el pelo renegrido... Me gustaría abrazarlo ahora...pero es tarde... Mañana en la plaza verá la ejecución... no son cosas que pueda ver un niño... ¿no lo cree? Su padre dice que es un buen ejemplo... Lo obligará a mirar hasta el fin del suplicio...

Nos atarán el uno junto al otro... Sentiré la respiración de Magnífico cuando el verdugo alce el brazo... Y nos miraremos antes de que sobre nosotros caiga la lapidación... Una piedra afilada me arrancará los senos... Mi niño querrá volver la cabeza, pero su padre lo obligará a clavar su ojos negros en los míos... Me destrozarán lentamente las pedradas y aún me dolerá el sexo desollado de Magnífico... Me reventarán los ojos y la boca... Me ahogaré en mi propia sangre... Y como no muera, tendrá el niño que contemplar mi agonía... Tal vez alguien se apiade y con la roca más pesada me aplaste la cabeza...
Me aterra el dolor...

Desde pequeña lloraba durante los castigos... ¿Podré soportar el tormento con decoro?... los ojos del niño, sabe usted, me afligen...
Pero más me aflige que después del martirio, y de la muerte... nunca... nunca más... podré gozar del cuerpo de Magnífico...


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